Y así fue, encendí la consola y me convertí en Bill Rizer.
En poco tiempo mis ojos se acostumbraron a la luz que emitía la consola y mi cabeza se puso manos a la obra recordando todos los enemigos colocados estratégicamente en cada pantalla. Me subieron las pulsaciones y entré en un estado de concentración kármica haciendo que durante esa hora de juego me olvidase de absolutamente todo. Ya podía estar ardiendo la casa que no lo notaría; tenía que avanzar y disparar, avanzar y disparar y si moría, seguir avanzando y disparando. Así de simple y así de adictivo.
Cuando terminé la partida me incorporé, estaba alerta, tenía los ojos como platos, mi mente volvía a su estado normal de relajación, me moví en la cama y noté toda la espalda sudada, la sangre me bullía, el corazón me iba a estallar y los dedos me dolían de tanto apretar el gatillo.
Había terminado la partida y volvía a ser yo.
Contra es una experiencia que recomiendo a todo el mundo. Es un juego de los de toda la vida: de dos botones y dificultad endiablada.
No tiene nada que no hayamos visto antes pero ahí esta Contra, una saga que lleva veinte años inventada y a pesar de no ser un juego que vende consolas tiene su público fiel.
Quien les iba a decir a los creadores que una mezcla entre Rambo y Alien daría como resultado una fórmula tan adictiva.
Contra III de SNES, quizá el mejor de toda la saga.